Como en el románico, también la pintura gótica tuvo el fin de decorar los templos, pero al disminuir la superficie de los muros por la invasión que hacen las ventanas en las paredes de los edificios góticos, hace que la pintura mural pierda importancia y se desplace el interés pictórico hacia las vidrieras, reservándose la pintura como tal para tablas y miniaturas, al mismo tiempo que se desarrolla el arte del retablo, donde se mezclarán la pintura y la escultura y se desarrollaran programas iconográficos coherentes. La pintura gótica va a presentar una temática preferentemente religiosa, donde las figuras se representan como símbolos de la realidad natural, y donde el mundo sobrenatural se simboliza mediante fondos dorados que la luz hace brillar. Aquellas figuras hieráticas y frías del románico, se irán volviendo más expresivas y naturalistas, capaces de transmitir sentimientos y sensaciones; para aumentar este efecto, la pintura irá sustituyendo los fondos neutros por espacios reales, donde la perspectiva va a ir tomando carta de naturaleza. Todo ello se envuelve, como hemos apuntado, de un ambiente de espiritualidad que es propio del estilo.
La técnica utilizada será el temple, en el que se utiliza el huevo como aglutinante de los colores. Es ya en el siglo XV, con la pintura flamenca, cuando se difunde la técnica al óleo, es decir, utilizando aceite como aglutinante.
En su evolución cabe distinguir una serie de etapas o estilos diferentes, cuya cronología, aunque de difícil sistematización, pues la contemporaneidad y la convivencia de varios de ellos sobre los mismos espacios, dificulta cualquier intento de precisión:
- el gótico lineal se desarrolla durante la segunda mitad del siglo XIII y la primera del XIV en Francia, por lo que se le conoce también como estilo franco-gótico;
- el estilo italo-gótico ocupa desde 1250 a comienzos del siglo XV, recibiendo los sobrenombres de «Duocento», siglo XIII, y «Trecento» al período correspondiente al siglo XIV;
- el estilo internacional, se desarrolla en las cortes de Borgoña y Berry durante el último cuarto del siglo XIV y el primero del siguiente, resultando ser una síntesis de los gustos franco-góticos con los del Trecento;
- por último, el estilo flamenco que tiene su escenario original en Flandes y los Países Bajos durante la mayor parte del siglo XV.